1 Mar 2013 06:18 AM

AYUDANDO, SEREMOS AYUDADOS

AYUDANDO, SEREMOS AYUDADOS

En una zona montañosa,  caminaban dos viejos amigos, ambos enfermos, cada uno defendiéndose contra los golpes del aire helado; de pronto, se vieron sorprendidos por una criatura casi muerta en el camino, ante el viento del invierno.

Uno de ellos, miró a este niño, tirado, y exclamó irritado:
- No perderemos el tiempo. Debo cuidarme. Sigamos nuestro camino.
- Amigo, salvemos al pequeño. Es nuestro hermano..., ¡por humanidad!
- No puedo -dijo el compañero endurecido-. Me siento cansado y enfermo. Este desconocido sería un peso insoportable. Tenemos frío y hay tempestad. Precisamos llegar a la aldea próxima, sin perder tiempo.

Y avanzó, dando largos pasos.
El caminante de buenos sentimientos, con todo, se inclinó hacia el pequeño extendido sobre el suelo, se demoró algunos minutos para levantarlo colocándolo paternalmente en su propio pecho, y apretándolo aún más contra sí,  comenzó a caminar lentamente.

La lluvia helada cayó por la noche, pero él, cargado con el valioso cuerpo del pequeño, después de mucho tiempo, logró llegar al albergue del poblado que buscaba. Con enorme sorpresa, no encontró allí a su amigo.

Solamente, al día siguiente, después de una minuciosa búsqueda, fue el infeliz caminante encontrado sin vida, en una desviación del camino principal.

Siguiendo de prisa y a solas, con la idea egoísta de preservarse, no resistió la onda de frío que se hizo violenta, y cayó casi congelado, sin recursos para calentarse; en cuanto a su compañero de viaje, recibió a cambio, el suave calor del pequeño que llevaba junto a su propio corazón, superando los obstáculos de la noche fría, guardándose a salvo de semejante desastre.

Este viajero descubrió lo importante del auxilio mutuo...
Ayudando al pequeño abandonado, se ayudó a sí mismo.
Avanzando con sacrificio, para ser útil al otro, consiguió vencer los obstáculos del camino, alcanzando las bendiciones de la salvación recíproca.

Los más elocuentes y exactos testimonios de un hombre delante del Padre Supremo, son sus propias obras.

Aquéllos que amparamos, constituyen nuestro sustento.
El corazón que socorremos se invierte ahora, o más tarde, en recurso a nuestro favor.  Nadie lo dude.

Un hombre solo, es simplemente un adorno vivo de la soledad, pero aquél que coopera en beneficio del prójimo, es creador del auxilio común.
Ayudando, seremos ayudados. Dando... recibiremos: ésta es la Ley Divina