25 Sep 2018 09:31 PM

CIEN HORAS DE OSCURIDAD

CIEN HORAS DE OSCURIDAD

Por Pablo Finkenbinder

El niño, Josué Dennis, tenía apenas diez años de edad cuando ocurrió lo inesperado. Se perdió en una mina abandonada. Fueron cien horas. Cuatro días de oscuridad casi total, sin comer ni beber, sin ver a nadie, oyendo sólo una corriente de agua en las entrañas de la tierra.

Josué iba con un grupo de compañeros que andaban de excursión, y parte del paseo incluía explorar una mina abandonada. Quién sabe cómo, el niño se separó de su grupo y, en medio de la oscuridad, no pudo encontrar la salida. Pero lo halló una patrulla de rescate. Estaba extenuado, pero vivo.

«Recordé las palabras de mi madre —dijo Josué—. Ella decía: “Cuando te veas en alguna dificultad, ora.” Y yo estuve orando a Dios todo el tiempo, pidiéndole que me vinieran a rescatar.»

¿Tiene algún valor la oración? ¿Hay algún beneficio, o más aún, alguna validez en levantar nuestra voz al cielo pidiendo de Dios su ayuda?

Cualquiera puede pasar por períodos de tristeza y desaliento, de pobreza y abandono, de enfermedad y dolor. Pero el que tenga fe en Dios, si ora con la confianza de un niño porque cree en Él, podrá soportar toda situación sin caer en la desesperación y sin renegar de Dios. La fe será siempre una llama encendida que nada puede apagar y que trae paz.

Dios es una luz que se encenderá en nuestra alma: la luz de la esperanza, la luz de la fe. Y con esa luz encontraremos la paz en medio del dolor, encontraremos la salida de cualquier adversidad en la que estemos. No nos alejemos de Dios. No perdamos la fe. Mantengamos viva la comunión con Jesús. Él quiere ser nuestro amigo.

Bendiciones para todos