17 Feb 2012 11:40 AM

CUANDO EL TECHO SE CAE

Es fácil acudir a Dios en cualquier emergencia de la vida cuando El es nuestro amigo de todos los días, es decir, cuando vivimos acostumbrados a la oración. ¿Cómo logramos eso? Buscando su amistad, entregándole nuestra voluntad, nuestro afecto y nuestra confianza. No es difícil; Jesus nos está esperando

CUANDO EL TECHO SE VIENE ENCIMA

Por Hermano Pablo (Conciencia.net)

El grupo de niños jugaba muy alegre. David Bertolotto, instructor de natación de diecisiete años, estaba dando la clase a catorce estudiantes entre cuatro y seis años de edad. Era una piscina cubierta en Massachussets, Estados Unidos.

En plena clase, un crujido siniestro los hizo mirar hacia arriba. El techo de cemento, a quince metros de altura, comenzó a desplomarse. David elevó una oración rapidísima: «¡Señor, ayúdanos!», y frenéticamente empezó a sacar niños de la piscina y del edificio. Cuando retiro al último, el techo cayó totalmente. Un trozo de cemento le pegó a David en un lado del cráneo. No lo mató, pero le desgarró parte del cuero cabelludo.

«Cuando se hunde el piso o se desploma el techo —dijo David en el hospital—, lo mejor es clamar de inmediato a Dios.»

David tenía toda la razón. Había obtenido empleo temporal como instructor de natación. En la primera sesión había ocurrido lo inesperado. Y en ese terrible momento, su fe en Dios le había hecho, primeramente dirigirse a El y luego disponerse al trabajo del rescate. Así salvó la vida de todos los niños.

¿Qué podemos hacer cuando el techo se nos viene encima? No el techo de un edificio sino el de nuestra vida: nuestra situación económica, nuestra condición familiar, nuestra salud, nuestras emociones. Cuando todo parece desplomarse y venírse encima, ¿qué podemos hacer?

Algunos salen corriendo desesperadamente, tratando de huir de la situación. Otros se sumergen en un lago de alcohol, tratando de no pensar. Otros se dan a los estupefacientes para insensibilizarse, otros huyen. Y otros se encierran en su problema y no tienen nada que ver con nadie. Pero nada de esto resuelve el problema. Al contrario, lo empeora.

Sigamos el ejemplo de David Bertolotto: clamar a Cristo, fuente viva de toda ayuda, todo socorro y toda respuesta. Es fácil acudir a Dios en cualquier emergencia de la vida cuando El es nuestro amigo de todos los días, es decir, cuando vivimos acostumbrados a la oración. ¿Cómo logramos eso? Buscando su amistad, entregándole nuestra voluntad, nuestro afecto y nuestra confianza. No es difícil; Jesus nos está esperando.