22 Ene 2018 07:55 PM

EL BALDE ROTO

EL BALDE ROTO

Un sembrador cada mañana acostumbraba buscar agua de un río. Con él llevaba dos baldes. Uno nuevo, sin defectos. El otro, viejo y lleno de huecos. El balde nuevo permitía que el sembrador llevara a su casa toda la cantidad de agua que recogía. El viejo, en cambio, derramaba la mitad del contenido a lo largo del camino.

Un día el balde dañado le dijo al sembrador  —Mi vida es un fracaso. Le pido disculpas por no hacer bien mi trabajo.

— ¿Por qué me pides disculpas? —preguntó asombrado el sembrador.

—Cuando regresamos del río derramo la mitad del agua en el trayecto a casa, dijo el balde roto.

En ese momento, el sembrador, sonriendo gentilmente, llevó al atribulado balde al río. De regreso, mientras recorrían la ruta acostumbrada, el hombre le pidió que observara con atención las hermosas flores del camino.

— ¿Te das cuenta de que solo hay flores de este lado del camino? —preguntó el sembrador.

—Pues, sí. ¿Pero qué hay de especial en ello? preguntó el balde roto.

—Lo especial es que han crecido gracias al agua que tú derramas cada mañana. Sé de tus huecos. Por eso sembré semillas de distintas flores solamente de este lado del camino.

No te compares con nadie. Dios no se equivocó al crearte. Él es muy sabio como para malgastar su tiempo creando algo inservible. Aun tus aparentes «defectos», en manos de Dios, pueden lograr maravillas.

Dios nos recuerda en 2 Corintios 12:9 “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad”.

Tomado de meditaciones matinales Dímelo de Frente (Fernando Zabala)