23 Jul 2018 08:34 PM

LA OLLA

LA OLLA 

Eran seis hombres dominicanos. No tenían trabajo. No tenían dinero. No tenían esperanzas. Así que se metieron dentro de un cajón de mercancías de un barco que partía de Santo Domingo hacia Miami, Florida como polizones.

Esperaban llegar en menos de veinticuatro horas. Pero tardaron tres días. La temperatura dentro del cajón subió y subió hasta llegar a 54 grados centígrados. Cuatro de los hombres murieron de deshidratación. Pero Daniel Fernández, de diecinueve años de edad, y su amigo Raúl Mesa, de veinticuatro, sobrevivieron.

En medio de ese infernal horno le habían rogado a Dios: «Por favor, Señor, ¡ayúdanos a sobrevivir! ¡No nos dejes morir así!»
¡Cuántos no serán los dramas que ocurren a diario en las diversas fronteras de este mundo! Son los dramas de personas que a toda costa desean salir de su condición precaria debido a la pobreza y el desempleo, y pagan grandes sumas de dinero, dinero que difícilmente consiguen, para que los introduzcan ilegalmente a lo que ellos piensan es la tierra de esperanza. Esos jóvenes dominicanos vivieron ese drama.

Hoy usamos frase de “el horno” o “la olla” para denotar algún problema muy serio por el cual estamos pasando, o alguna enfermedad aguda que nos ha atacado, o algún dolor familiar muy grande que nos hace llorar. ¿Qué hacer cuando nos encontramos en tales hornos, o en la olla?

Cuando todo recurso humano ha fallado, siempre está Dios. Y Dios contesta el clamor del necesitado en dos formas. Por una parte, trae el socorro oportuno y libra del horno al necesitado. Y por otra, le da al necesitado fe y seguridad de que, estando Dios a cargo del problema, todo va a salir bien. Esta no es siempre una solución inmediata al problema específico que nos acosa. Es más bien una chispa de paz, de tranquilidad, de seguridad, de que Dios, a la larga, nos hará triunfar. La promesa que Dios nos hace en su palabra es que «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo» (Romanos 10:13). Basta con pedir, creer y recibir. Jesús siempre acude al clamor sincero del necesitado.