27 Sep 2015 01:50 PM

PARA QUIEN EDIFICAMOS

PARA QUIEN EDIFICAMOS

Se cuenta la historia de un  hombre muy rico que tenía un mayordomo que trabajaba para él y le era muy fiel.

Un día éste hombre rico visitó la casa de su empleado y le propuso que mientras él se iba de viaje por un tiempo, pudiera edificarle una gran casa con todas las comodidades, en el mejor lugar que pudiera elegir.  Le dejó en su poder el dinero suficiente con tal que no escatimara ningún esfuerzo para lograrlo.

Una vez, retirado el patrón, la esposa de aquel empleado creyó ver la gran oportunidad de su vida y con gran sagacidad, indujo a su marido para que utilizase materiales de construcción de menor calidad y así quedarse con las diferencias de dinero.  “Total… con un buen revoque y una buena pintura todo se taparía y nadie se daría cuenta”, decía la mujer.  Edificaron, pues, la casa de acuerdo a lo planeado.

Débil estructura, lo mismo que los techos, maderas, pisos, etc.  Eso sí: se cuidaron de taparlo todo muy bien y de darle una buena terminación.  Aparentemente parecía un edificio estupendo.

Cuando volvió el patrón, fue a ver la casa y vuelto al hogar del empleado, con palabras muy sentidas le expresó: “Querido empleado, tanto años me serviste con tanta fidelidad y honestidad que quise premiarte construyendo esta casa para ti.  Espero que por muchos años la puedan disfrutar”.  Y tomando las llaves de la nueva casa, se las entregó…

Dios mío, ojala entendamos que si construimos mal perdemos nosotros.

Dice la palabra de Dios en 1 Corintios 3:14-15 “Si lo que uno construyó es resistente, recibirá su pago;  pero si lo que construyó llega a quemarse, perderá su trabajo”