21 Jun 2013 06:09 AM

TODOS O NINGUNO

TODOS O NINGUNO

Un niño de unos ocho años, un domingo le recuerda a su padre que hay que ir a misa.
- Hoy no vamos -dice el padre-. Yo tengo otras cosas que hacer.
- Pero papá, -insiste el niño-, es que hoy tenemos la obligación de ir. Lo manda el tercer mandamiento de la Ley de Dios. (Santificar las fiestas).

- No te preocupes. Eso no tiene importancia. Ya irás otro día.
El niño se calla. Pero al poco rato, al ver que su papá lo manda a limpiar su cuarto, interviene de nuevo:

- Oye papá, si el tercer mandamiento no tiene importancia, el cuarto mandamiento (Honrar a tu padre y a tu a madre) aún debe importar menos.

Los Mandamientos no son un capricho de Dios, ni unos obstáculos que nos colocan en nuestro camino.

Son algo así como las señales de tránsito en la carretera. La señal no crea el peligro, simplemente lo señala, lo avisa. El peligro ya está ahí. Dios, porque nos ama, nos indica lo que nos conviene, lo que es bueno para nosotros y lo que no.

El habernos dado e indicado los Mandamientos, es una prueba de amor. Y la respuesta lógica, por nuestra parte, debería ser el agradecimiento.

No conviene confundir fácil o agradable con bueno. Ni tampoco costoso con malo. Normalmente, las cosas buenas cuestan.