1 Jun 2013 06:12 AM

VERTIGO DESDE TEMPRANA EDAD

VERTIGO DESDE TEMPRANA EDAD

Por el hermano Pablo

Conciencia.net

Al bebé, de dieciocho meses de edad, lo llevaron al hospital. Estaba en estado de coma. Presentaba grandes hematomas en la cabeza y golpes en diferentes partes del cuerpo. No pudieron salvarlo. Murió en las manos del médico.

Las autoridades se dieron a la tarea de hallar al responsable de las heridas. No había duda de que la criatura había sido golpeada. Se trataba de homicidio.

Encontraron al padre y a la madre. Los dos eran los culpables. La policía no dio a conocer sus nombres. Eran menores de edad; tenía, dieciséis años él, y quince ella.

Una pareja de adolescentes hace vida conyugal cuando él tiene sólo catorce y ella apenas trece años de edad. Pasan dos años y tienen un bebé.

Las peleas son constantes. Los insultos vuelan como chispas. Se van a las manos. El bebé con sus inocentes llantos contribuye a agravar la situación, y en cierto momento, ciego de rabia, el padre agarra un bate de béisbol y le da en la cabeza. Impaciencia juvenil.

Todo se ha vuelto locura. Hay violencia por todos lados. Existe afán por las fiestas, el licor, el cigarrillo, las drogas. Locas pasiones.

El mundo va en una veloz carrera y no hay quien lo pare. ¿Por qué se pusieron a vivir juntos dos adolescentes que recién estaban emplumando? ¿Dónde estaban los padres de estos jóvenes? ¿Quién bendijo esa unión?

El vértigo arrebata a nuestros hijos cada vez más temprano. La adolescencia comienza a los diez años. La juventud se quema a los veinte. A los treinta, hombres y mujeres están hastiados de todo, y a los cuarenta, si sobreviven a las inclinaciones suicidas, se hunden en el remolino de esta loca vida.

Lo que el ser humano necesita es paz. Paz en el alma. Paz en la mente. Dios está muy interesado en darnos esa paz. Cuando permitimos que sea nuestro director, la vida adquiere un ritmo normal. El corazón se calma, la conciencia descansa, el espíritu se serena, y entonces encontramos la paz. El es nuestro salvador, Entreguémosle nuestro corazón. Él quiere darnos su paz.