Una nueva generación de jóvenes bogotanos está dejando huella en sus barrios y colegios. La Secretaría de Gobierno de Bogotá reconoció a 187 Dialoguías Escolares 2025, estudiantes que con diálogo, empatía y trabajo en equipo están cambiando la forma en que se convive en sus comunidades.
El programa, que se implementó en ocho localidades —Ciudad Bolívar, Bosa, Suba, Chapinero, Kennedy, Mártires, Engativá y Tunjuelito—, busca sembrar una cultura de transformación social desde las aulas, para que los jóvenes sean los principales promotores del respeto y la convivencia pacífica en los territorios.
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Jóvenes que calman los conflictos con diálogo
Durante su servicio social, estos jóvenes participaron en talleres, laboratorios artísticos y actividades de sensibilización sobre justicia escolar restaurativa, salud mental comunitaria y prevención de violencias basadas en género. Con su liderazgo, lograron crear cerca de 30 “dispositivos del diálogo”, herramientas que ayudaron a resolver conflictos y fortalecer la convivencia en sus colegios.
“Hoy celebramos a los jóvenes que eligieron transformar sus colegios desde el diálogo y la empatía. En Bogotá creemos en su liderazgo y en su poder para cambiar la ciudad desde las aulas”, expresó la Secretaría de Gobierno durante el evento de reconocimiento.
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De los colegios a los barrios: el ejemplo que inspira
Los Dialoguías no solo impactaron dentro de los colegios, sino también en sus barrios, donde su ejemplo comienza a inspirar a vecinos y líderes comunitarios. En zonas con altos niveles de conflictividad, estos jóvenes demostraron que el respeto y la escucha pueden más que la confrontación, convirtiéndose en referentes de convivencia y cambio social.
El proyecto no se limita a resolver peleas o desacuerdos escolares: busca formar ciudadanos más empáticos, solidarios y responsables. A través del arte, la palabra y la reflexión colectiva, los Dialoguías están ayudando a que en muchos sectores de Bogotá se respire un nuevo ambiente de armonía.
Con esta iniciativa, la ciudad demuestra que el cambio social empieza desde lo cotidiano: una conversación entre compañeros, una disculpa a tiempo o una idea que une a la comunidad. Hoy, estos jóvenes son la prueba de que cuando se apuesta por el diálogo, los barrios y sus vecinos realmente pueden “andar finito”.