
De no tener agua a peligro de desbordamiento: embalses alcanzaron niveles históricos
En medio de uno de los periodos de lluvias más notables de los últimos años, el embalse de Chingaza, principal fuente de agua para Bogotá y la Sabana, enfrenta un reto sin precedentes recientes: su capacidad de almacenamiento roza el máximo histórico, llevando a las autoridades a activar protocolos de prevención para evitar un rebose que podría afectar a millones de habitantes
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¿Por qué es tan crucial el embalse de Chingaza para Bogotá?
Chingaza es el corazón hídrico de la capital. Con una capacidad de alrededor de 260 millones de metros cúbicos de agua, no solo abastece a Bogotá, sino también a municipios circundantes, asegurando el suministro de este recurso vital para cerca de ocho millones de personas.
Desde noviembre de 2021, Chingaza no superaba el 90 % de llenado, y el reciente repunte encendió las alarmas, pues representa la primera vez en más de 1,350 días que el embalse rebasa este límite. Este dato no es menor en un contexto donde la escasez y los racionamientos han sido recurrentes.
La llegada temprana y constante de lluvias sobre las cuencas de los ríos Chuza y Guatiquía, que alimentan el embalse, explica el ascenso rápido de los niveles de agua. Las autoridades ambientales como la CAR y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) han resaltado la importancia de monitorear minuto a minuto las condiciones en este complejo sistema de abastecimiento.
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Medidas clave del Acueducto frente al riesgo de rebose
Con el embalse Chuza (pilar del sistema Chingaza) en 92 % de llenado, la EAAB anunció la puesta en marcha de un plan de emergencia y contingencia para frenar cualquier escenario de desbordamiento. La estrategia, activada desde el 26 de julio, contempla cuatro acciones principales:
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Reducción de captación de aguas del río Guatiquía a la mitad de su rendimiento, para limitar el ingreso de caudales adicionales al embalse.
- Si el nivel alcanza el 95 %, apertura de la válvula de fondo (desagüe) a tres metros cúbicos por segundo, permitiendo un mayor flujo de salida controlada.
- En caso de llegar al 96 %, cese total de la captación del Guatiquía para evitar sobrecarga.
- Si el llenado supera el 98 %, apertura adicional de la válvula hasta 14 metros cúbicos por segundo.
Todas estas maniobras se están socializando con entidades de gestión del riesgo, autoridades ambientales y comunidades aledañas, para responder de forma coordinada y minimizar posibles afectaciones aguas abajo.
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¿Qué significa esto para la ciudad y sus habitantes?
Aunque el panorama puede lucir tranquilizador debido a la abundancia de agua (en contraste con los meses de racionamiento), el riesgo de rebose pone a prueba la capacidad técnica, logística y comunicativa del Acueducto. Un eventual desbordamiento, aunque bajo control, podría generar inundaciones en zonas rurales o impactos en la infraestructura cercana.
Por eso, desde la Alcaldía Mayor y la CAR insisten en no bajar la guardia respecto al consumo: cada gota ahorrada sigue siendo crucial. Se mantienen mensajes constantes a la ciudadanía para impulsar prácticas de uso racional en el hogar, desde cerrar bien los grifos hasta reutilizar el agua en actividades diarias. El llamado oficial es claro: “Chingaza vive, Bogotá vive”, pero cuidar el recurso será siempre responsabilidad de todos.
El embalse de Chingaza revela hoy la paradoja de la abundancia: cuando el agua, tan ausente hace unos meses, amenaza con ser demasiada. Bogotá enfrenta así el desafío de equilibrar la protección de su depósito natural más preciado con la necesidad de mantener la seguridad de todos, recordándonos que el manejo del agua es un reto permanente en la ciudad.