
El enemigo silencioso que devora la tierra y golpea duro a los campesinos
El campo cundinamarqués, históricamente asociado con la producción agrícola y la tranquilidad de sus paisajes, enfrenta hoy una amenaza silenciosa, y es la suburbanización.
Este fenómeno, que avanza sin freno en distintas regiones, está transformando los suelos rurales en áreas de construcción, desplazando cultivos y debilitando la seguridad alimentaria.
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Lo que en el pasado fueron espacios de descanso, retiro y vida campesina, ahora se convierten en escenarios de expansión urbana que ponen en riesgo la biodiversidad y la sostenibilidad de la tierra.
La Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), en conjunto con el Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional, ha vuelto a encender las alarmas al revelar la magnitud del problema. Según sus investigaciones, la presión inmobiliaria se ha expandido en Bogotá y otras provincias del departamento, generando desequilibrios ambientales y sociales que afectan directamente a quienes trabajan la tierra.
¿Qué es la suburbanización y por qué afecta a los campesinos?
La suburbanización consiste en ocupar suelos rurales con proyectos residenciales, comercios, balnearios y hasta infraestructuras de servicio, desplazando las actividades agrícolas y ganaderas.
Aunque la Ley 388 de 1997 establece restricciones claras para este tipo de desarrollos, el diagnóstico de la CAR demuestra que en muchos municipios las normas se han quedado cortas o simplemente no se cumplen.
Para los campesinos, esta situación significa una pérdida doble: por un lado, la reducción de áreas productivas; y por otro, la competencia desleal frente a un mercado inmobiliario que avanza con mayor rapidez que la planificación estatal.
Por otro lado, la transformación del suelo rural aumenta la presión sobre fuentes hídricas, páramos y reservas forestales, generando impactos directos en el abastecimiento de agua y en la conservación de los ecosistemas.
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Municipios de Cundinamarca más golpeados por la expansión urbana
El informe de la CAR advierte que la suburbanización ya no es exclusiva de la Sabana Centro y Sabana Occidente.
Municipios de otras provincias como el Tequendama (La Mesa, San Antonio del Tequendama, Anapoima y El Colegio), el Alto Magdalena (Girardot y Ricaurte) o el Sumapaz (Fusagasugá y Silvania) también están experimentando esta presión.
En estas regiones, la construcción de condominios campestres, parcelaciones y casas de descanso ha crecido de manera acelerada, alentada por el atractivo paisajístico, el clima y la cercanía con Bogotá.
Lo que para inversionistas representa una oportunidad, para los agricultores significa la fragmentación de sus tierras y el encarecimiento del suelo, al punto de hacer inviable la producción agrícola tradicional.
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Consecuencias ambientales y sociales de este problema
En zonas de especial protección, como páramos, humedales y reservas forestales, ya se han identificado parcelaciones que ponen en riesgo servicios ecosistémicos fundamentales, entre ellos la regulación del agua y la protección de la biodiversidad.
A nivel social, la expansión urbana dispersa provoca que los municipios enfrenten mayores desafíos en la prestación de servicios públicos, movilidad y ordenamiento territorial. Mientras tanto, la población campesina pierde su base productiva y ve amenazada la posibilidad de mantener sus modos de vida.
¿Qué se puede hacer para frenar este fenómeno?
La CAR hace un llamado urgente a las autoridades locales y a la ciudadanía a fortalecer los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) para limitar la densidad y el uso de suelo suburbano.
De igual forma, plantea la necesidad de proteger los ecosistemas estratégicos, garantizar la vocación agrícola del campo y frenar la urbanización en corredores viales que están siendo ocupados de manera dispersa.
La suburbanización compromete la tierra, la seguridad alimentaria, la biodiversidad y la calidad de vida de los habitantes de Cundinamarca. Si no se toman decisiones inmediatas, este "enemigo silencioso" seguirá devorando el campo y debilitando el sustento de quienes lo han cuidado por generaciones.