
En Colombia, el amor por las mascotas es parte de la vida diaria. Según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el 67 % de los hogares conviven con al menos un animal, siendo los perros y gatos los más populares. Sin embargo, la convivencia en conjuntos residenciales suele estar marcada por normas estrictas que regulan su cuidado y comportamiento, lo que en ocasiones genera tensiones entre vecinos.
Uno de los puntos más conflictivos es el ruido por ladridos. Mientras para algunos es un comportamiento natural de los caninos, otros lo consideran una invasión a su tranquilidad. En este escenario, surge la pregunta: ¿hasta dónde se puede tolerar y cuándo es legal imponer sanciones?
Lo que dice la Corte Constitucional
La sentencia T-119 de 1998 de la Corte Constitucional marcó un precedente al establecer que los propietarios no tienen control absoluto sobre los ladridos, ya que son una conducta instintiva. Por esta razón, no toda queja justifica una multa. No obstante, el alto tribunal dejó claro que sí se pueden imponer sanciones cuando el ruido es recurrente y afecta de manera evidente el descanso de los vecinos, especialmente en horarios nocturnos.
Normas sobre el ruido de mascotas
La Ley 675 de 2001, que regula la propiedad horizontal, otorga a cada copropiedad la facultad de establecer sus propias reglas de convivencia, siempre que no contradigan sentencias judiciales ni vulneren derechos fundamentales. Así, un reglamento interno puede fijar límites y horarios para el manejo del ruido, pero no puede desconocer lo que ha dictado la Corte.
Por otro lado, el Código Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana (Ley 1801 de 2016) define que un ruido es perturbador si supera los 70 decibeles y se mantiene por más de seis horas continuas. Aunque la norma no menciona expresamente a los perros, este parámetro aplica a cualquier fuente de sonido.
Aplicación en la vida diaria
En la práctica, alcanzar esos niveles de ruido suele estar relacionado con casos de maltrato o negligencia, como dejar a un perro encerrado sin atención durante largos periodos. Si no se cumplen las condiciones de nivel y tiempo establecidos, las autoridades suelen optar primero por la mediación o llamados de atención antes de imponer multas.
Tener un perro que ladre no es motivo automático de sanción, pero sí lo es cuando el ruido es constante, excede los límites legales y vulnera el derecho al descanso. Expertos en convivencia recomiendan la tenencia responsable, el adiestramiento y el diálogo entre vecinos como las mejores herramientas para prevenir conflictos y mantener la armonía en las comunidades.
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